Sicología y finanzas

Entender nuestra estructura mental puede ayudarnos a tomar mejores decisiones de inversión

Sicología y finanzas: cómo el temor de otros inversionistas y el llamado efecto “bola de nieve” puede llevarnos a tomar decisiones irreflexivas en momentos de alta volatilidad.

¿Cuántas veces hemos escuchado hablar de sobrerreacciones de mercado? Incluso en algunas ocasiones, el concepto de comportamiento irracional de los mismos se hace presente. En algunos momentos pareciera que los mercados, y el precio de los activos financieros en particular, tomaran rumbos poco predecibles (o directamente poco explicables) vistos con la distancia del tiempo.

Decisiones de inversión y racionalidad… en tiempos de calma

Más de una vez ha aparecido en algún medio el consejo de algún inversionista señalando las bondades que tiene el ir contra los movimientos irracionales del mercado, en el sentido de comprar cuando todo el mundo vende a destajo y vender cuando prácticamente existen filas de potenciales inversionistas para adquirir algún activo financiero. En el papel parece un consejo interesante, aunque ambos casos parecieran indicar momentos álgidos de mercado poco sostenibles en el tiempo. No obstante lo anterior, lo que parece algo razonable en momentos de calma y tranquilidad se vuelve extremadamente complejo de materializar en la vida real ¿por qué ocurre esto?

¿Por qué actuamos de manera impulsiva e irreflexiva en momentos de volatilidad financiera?

La respuesta sería que porque somos humanos. Probablemente un computador o un robot podría seguir el consejo sin problemas, pero a los seres humanos hay varias cosas que nos diferencian de las máquinas, entre las cuales destaca el hecho de que las personas tenemos sentimientos y emociones.

Una de las emociones más básicas que tenemos las personas es el miedo y el instinto de sobrevivencia. Ante un evento de alta volatilidad, capaz de generar momentos de pánico en los mercados, el común de los inversionistas no se sienta tranquilamente a meditar respecto de cuál es la manera más apropiada de reaccionar, sino que simplemente intenta deshacerse de los activos que tiene y sale a vender, lo cual, sumado a muchas personas sintiendo el mismo temor, crea una avalancha de órdenes de venta que provoca derrumbes en los mercados.

El efecto «bola de nieve» en las inversiones

Estas caídas bruscas, como si fuera un efecto bola de nieve, llevan al temor a otros inversionistas, los que a su vez responden con más ventas. El instinto de supervivencia prima en las mentes, abandonando de este modo un pensamiento más racional para enfrentar el tema.

Imaginemos, por ejemplo, la siguiente situación: un estadio completamente lleno de público esperando el inicio de algún espectáculo. Si es que llegara a producirse algún evento que generara inseguridad en los asistentes podemos imaginarnos qué podría ocurrir. En general, el miedo es bastante transmisible, de modo que ver a personas con sensación de pánico seguramente llevaría al temor a más personas. Así, si lo recomendable es que se evacúe el recinto, probablemente podríamos ver escenas preocupantes como muchas personas intentando salir al mismo tiempo por salidas que no siempre son todo lo amplias que nos gustaría. Probablemente, si todas las personas estuvieran dispuestas a salir de manera ordenada del recinto podríamos evacuarlo de un modo más seguro y con menores problemas; sin embargo, el problema es que todos quieren salir ahora.

Llevemos este ejemplo al mundo financiero: inversionistas escuchando noticias (algunas veces injustificadas) que los llevan a una sensación de temor e incluso pánico. Esta sensación comienza a transmitirse hacia otros inversionistas, los cuales intentan salir todos juntos de los activos que tienen en sus carteras. En este caso, el tamaño de las puertas de salida equivaldría a la liquidez de los mercados o, en otras palabras, qué tan rápido el mercado es capaz de absorber órdenes crecientes de transacciones en una misma dirección. Como la mayor parte del mercado está intentando vender y muy pocos están dispuestos a comprar, esto se traduce en caídas fuertes en los precios de los activos.

Este sencillo ejemplo gráfico del cómo las emociones pueden llegar a influir en el resultado que tienen nuestras inversiones; y no es algo que se produzca solo en eventos de pánico o caídas, sino que también se produce en alzas de precios injustificadas. De no ser así, no existirían las llamadas burbujas, es decir, alzas en el valor de algún tipo de activo sin que estas se encuentren justificadas por fundamentos.

Explorar el denominado behavioral finance puede ayudarnos a conocernos mejor como inversionistas y a tomar mejores decisiones de inversión

De este modo, podemos darnos cuenta de que la economía es una ciencia social y, como tal, entran en juego más factores que solo fórmulas numéricas. El comportamiento de los individuos juega un rol trascendental.

Otro aspecto interesante de comentar es el de la actitud frente al riesgo de los inversionistas. Si bien el riesgo no es algo deseable, existen personas más y menos tolerantes a este. Dicho de otro modo, existen individuos con mayor disposición a tolerar riesgo. Sin embargo, nadie está dispuesto a exponerse a riesgos sin recibir algo a cambio, de modo que lo que diferencia a los individuos menos tolerantes de aquellos más tolerantes es cuánto retorno esperado exigirán para ser compensados por una unidad adicional de riesgo.

Este tipo de conceptos resulta de gran relevancia a la hora de cómo componer nuestras carteras de inversiones. De este modo, se vuelve clave contar con una cartera adecuada a nuestra tolerancia frente al riesgo, así como contar con asesoría profesional que nos permita tomar mejores decisiones, no solo inspiradas en calmar nuestros instintos y emociones más básicas de corto plazo.

Parte de estos conceptos que asocian la sicología con las finanzas se han desarrollado bastante en el último tiempo bajo el concepto de behavioral finance. Un mayor desarrollo de esto, analizando los diversos sesgos en que incurrimos las personas al invertir, lo podremos analizar en una próxima columna.

Entender la forma en que pensamos y actuamos puede ayudarnos decididamente a mejorar la forma en que tomamos nuestras decisiones en todo ámbito de cosas, entre ellos, nuestras decisiones de inversión.

Jorge Herrera Álvarez, Jefe Estrategia de Inversión Principal AGF
Ingeniero comercial, Máster en Bolsa y Mercados Financieros (IEB), España.

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